EDUARDO SÁNCHEZ RUGELES: EL CAOS DE JEZABEL Y LA FOTO QUE NO SE HA TOMADO

Ya dejó atrás el cliché de la joven promesa que se gana todos los premios: con su nombre y sus dos apellidos es uno de los escritores venezolanos más importantes de la narrativa actual.

1 de junio de 2013

EDUARDO SÁNCHEZ RUGELES: EL CAOS DE JEZABEL Y LA FOTO QUE NO SE HA TOMADO

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Ya dejó atrás el cliché de la joven promesa que se gana todos los premios: con su nombre y sus dos apellidos es uno de los escritores venezolanos más importantes de la narrativa actual. Muy lejos de expresarse como su personaje Luis Tévez, Eduardo Sánchez Rugeles es extremadamente tímido para hablar de sí mismo y de su obra, por eso siempre prefiere que lo hagan los demás.

I

Tan errático e impredecible como la naturaleza de un caos fue el encuentro de Bibliomula con Eduardo Sánchez Rugeles. En nuestras reuniones editoriales, yo había propuesto hacerle una entrevista al escritor, apropósito de que estaba en Venezuela y mejor aún: estaría en Barquisimeto –mi ciudad- para promocionar su más reciente novela, la primera "por encargo": Jezabel. Las piezas estaban dispuestas para tener en un momento oportuno a un escritor, del que, dicho sea de paso, soy fan. A diferencia de Pino, el editor de esta revista y entre tanto, mi jefe, quien dice que como soy "jeva" caí rendida a Sánchez Rugeles, "lo que no significa que no sea buen escritor" (Pino dixit), tuvimos varios desacuerdos al respecto. Yo, más terca que un una (biblio)mula, me salí con la mía y ubicamos el espacio para él y Jezabel. Pero era el espacio equivocado: "promocionamos el libro de uno de los retratados por Vasco". De acuerdo.

II

Teniendo en frente a Sánchez Rugeles hablamos de lo fastidioso de los periodistas, de las preguntas repetidas y de lo desagradable de los que fingen haber leído sus libros como aquellos tantos que le dicen que Luibliana es excelente y sueltan como primera pregunta "¿Y qué es eso de Liubliana? ¿Es una mujer?". Yo, aunque sabía dónde queda Liubliana, pasé la misma pena de ellos cuando después de hacerle varias preguntas sobre Jezabel le dije: "Ok, ahora vamos con Vasco. Hablemos de la fotografía que te tomó". Él, tan amable como había sido en el resto de la conversación me dijo: "Pero yo nunca he sido fotografiado por Vasco"… y fue allí cuando supe que había soltado una "liublianada" de periodista.

En los días en los que vimos los cien mil retratos de Vasco Szinetar a tantos escritores y periodistas, apareció Eduardo Sánchez Rugeles fotografiado, cómo no….sólo que… no era por Vasco. Mea culpa, nuestra culpa por no haberlo confirmado antes, ni haber detallado la fotografía como todas y cada una de las que aparecen en esta edición, de las cuales investigamos el año, el contexto, la circunstancia. El caos inmerso en el encuentro con Sánchez Rugeles nos hizo obviar los detalles de esa única foto: la que no existe.

"Durante el V Festival de la Lectura Chacao, Vasco me llamó para hacerme unos retratos. Yo estuve muy ocupado y finalmente, no pudimos cuadrar, pero me gustaría. Siempre he admirado mucho su trabajo, me parece genial, es una referencia para la fotografía de la literatura al igual que Daniel Mordzinski. Son dos nombres que admiro mucho, sobre todo por intrépidos. Me resulta increíble la forma en la que explora la intimidad del escritor, y es sensacional verle imágenes con Borges o con Cioran, por ejemplo".

Como estandarte de la "generación Liubliana", es de los rostros imprescindibles que aún han de capturarse en los espejos de Szinetar. Un click pendiente del señor Vasco.

III

Entonces, hablemos de Jezabel. Usando la teoría de los seis grados de separación, digamos que Sánchez Rugeles es un confeso seguidor del escritor y filósofo rumano Emil Cioran, cuyas frases suele compartir con su madre. Cioran fue fotografiado varias veces por Vasco Szinetar, luego de un recorrido parisino en imágenes irrepetibles como la cita que el autor usó de epígrafe en esta novela: "¡Lo que hace el tiempo con nosotros! ¡Nuestra identidad a lo largo de los años solo es garantía por el nombre! Habría que cambiarla cada cinco años. Resulta, en verdad, imposible creer que fuéramos quienes hemos llegado a ser."

Sánchez Rugeles empleó una fórmula que le dio resultado: participar en concursos para que, luego de ganar se le abrieran las puertas de un largo pasillo al que ahora llama carrera y no afición. Blue Label/Etiqueta Azul fue ganadora del Premio Iberoamericano Arturo Uslar Pietri y Finalista del Premio de la Crítica de Venezuela en 2010; Transilvania, unplugged, finalista del Premio Iberoamericano Arturo Uslar Pietri; y Liubliana obtuvo en México el primer lugar del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario, Sor Juana Inés de la Cruz 2011.

Pero lo que también resultó un largo pasillo fue el centro comercial en el que presentó Jezabel en Barquisimeto a las fueras de la librería El Clip, pues al supermercado Central Madeirense ubicado al lado, llegó la Harina Pan aquella tarde, en la época del mayor desabastecimiento visto en Venezuela, donde una fila para adquirir un producto de la cesta básica puede durar 4 horas o más. El caos de nuevo se hizo presente, entre señoras de la tercera edad que intentaban colearse entre sí y niños que lloraban al lado de sus padres porque no querían esperar por la harina para las arepas de la noche.

La multitud no permitía escuchar claramente a Sánchez Rugeles, a quien no le resultó cómodo aquel escenario. Por suerte, la noche anterior ya le había oído que luego de escribir para concursar –y siempre ganar-, Mónica Montañés le propuso participar en la colección Vértigo con una novela negra, siempre y cuando se desarrollara en Venezuela y tuviera a una mujer en el conflicto protagónico. Entonces recuperó una idea que tenía olvidada y recordó que la novela negra se las trae: "Resolver un crimen en una novela no es como en un episodio de CSI, lleno de causalidades, causalidades y casos fortuitos, es un género exigente con el que no me sentí a gusto en dos borradores iniciales. Primero lo narré desde la policía, pero la trama se me abrió, la resolví, cuando le di la palabra a una víctima que no es la principal, Eliana Bloom, sino un amigo de ella, que por un remordimiento de conciencia trata de entender lo que rodeó el asesinato, como un ejercicio de memoria". Alain Barral, un joven gay es el narrador que encabeza un grupo de jóvenes desenfadados, en una provocadora ficción con muchos aspectos de la Venezuela actual. Sin embargo, el crimen central no tiene que ver con el hampa común, su intención fue narrar un crimen literario, no real, más enfocado a la pasión e incluso, el poder.

El defensor del melodrama como género, quedó en un "trance melancólico" de historia de amor al terminar Liubliana. Por eso no dudó en aceptar la propuesta de la novela negra, con la que principalmente quiere generar náusea y un disgusto moral, desalentador, por la forma en la que ocurre el crimen y cómo se va resolviendo, en un inevitable diálogo crítico al tema político y la exposición de un asesinato. El homicidio ocurre en Venezuela en 2012 y comienza a narrarse en 2022.

Su melodrama personal comenzó cuando Tibisay Lucena reveló los resultados de las elecciones venezolanas el 7 de octubre de 2012. Estando en su casa en Madrid a las 4 a.m., la tendencia irreversible le produjo una sensación de desahucio que comenzó a canalizar ese mismo día a las 8 a.m., y en dos meses ya tenía completa Jezabel. La novela no es política, ni real-social, simplemente se valió de la gran frustración que sentía para escribir la más oscura de sus historias.

Por ahora saborea el recibimiento de Jezabel que además, se lee en una sentada, pero adelantó que su próxima novela –como todas- tendrá soundtrack: mucho blues y jazz. "Es un proyecto ambicioso, parte de la historia transcurre en New Orleans. Estoy educando el oído para que la prosa tenga cierta musicalidad presente en ese maravilloso mundo del blues y el jazz, me estoy forzando, cada mañana hago ejercicios musicales, de aprenderme las melodías de memoria, identificarlas, es divertido".

El exilio no le ha cambiado el pesimismo, ni lo introvertido, pero asume que la "amargura" divulgada es una cuestión lúdica, de pose y que no es un sujeto depresivo ni trágico. "Siempre veo el vaso medio vacío desde la insatisfacción y la búsqueda permanente. Eso tiene mucho de performance e incluso de humor". Y es que finalmente, así somos los venezolanos, justo como esos que rodeaban a Sánchez Rugeles en el caos del centro comercial: insatisfechos, en una búsqueda permanente hasta de Harina Pan, en un performance, incluso, con humor.

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