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Ese Hombre Es Una Bala

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Siempre te lo dije Siboney, que ese hombre era una bala a punto de percutir, pero tu nunca me hiciste caso chica; esa costumbre tuya tan puta de enamorarte de los clientes, de creer en sus historias, de viajar con ellos a su futuro, de pensar que era posible salir del Fenicia en góndola, de traspasar la burbuja inmóvil de nuestras prisiones y porque no, de nuestra condena, porque claro; la historia última y finita de cualquier puta es creer que alguien nos puede sacar del lupanar. De hecho, venimos todos los días para comprobar que es posible que un cliente se enamore de nosotras y nos saque por siempre de esta prisión y perdona que me incluya; bien sabes que mi sueño es más difícil que el tuyo, pero no imposible. Pero los hombres Siboney, vienen y se embarran con nosotras, pero luego se bañan y desaparecemos por el sumidero de la ducha, con la materia jabonosa con la que se han untado el cuerpo que antes fue nuestro. De nosotras no queda nada, ni siquiera un rastro que pudiera delatarlos, un beso, una caricia, o una frase dicha en el medio del coito, de nosotras no queda nada, ni aún el sobresalto. Nosotras, es cierto, nos bañamos pero siempre quedamos sucias. ¿Por qué será que no podemos limpiarnos? en fin, creo que eso es lo que nos define con mayor exactitud, Nosotras siempre permaneceremos sucias. Hubo de pronto un alboroto que nadie advirtió…

Si supieras que te lloramos de veras, aquí todo el mundo rodó una lágrima para condenar el infortunio, una lágrima remuneró la aridez de aquella polvareda. Tu madre fue la que más lloró. Tú creíste engañarla, pero ella lo sabía todo, solo que no podía desviarte del desastre, ya que ella vivía en el desastre. Cinco hijos en el medio de la nada, navegando en el frío de los Andes y el cuchillo incómodo de la pobreza rasgando el infortunio, luego enterrarte aquí en Caracas, porque no tenía recursos para llevarte a Ejido. El señor Goncalves se portó muy bien, ¿quién iba a creerlo? el portu resultó ser de lo más buena gente. Vieras la corona, la más bella de todas y aquella cinta fucsia recamada de estrellas, La Gerencia del Fenicia. Tú me preguntarás porque la Gerencia, y yo te diré que lo mismo me pregunté, lo cierto es que todo el mundo quiere en el fondo dejar de ser lo que es. Así es Siboney, todo el mundo quiere dejar de ser lo que es, para ser un sueño, o cuando menos un día domingo con una familia numerosa, te acuerdas que siempre me lo decías: “un día domingo con una familia numerosa” Las chicas de la cueva, todas sueñan con dejar el nombre clandestino y llamarse como lo dice su cédula de identidad, el portu con su deseo de tener un restaurante en el Este –de allí el desafuero de La Gerencia en la cinta- y yo con mi deseo de ser… disforia se llama mi desajuste.Me desvisten y me ponen una bata verde y me llevan al quirófano…
Siempre me lo decías, que me dejara de esas mariqueras, pero no podía Siboney, así como tú tampoco podías dejar de ser puta. Nuestros destinos se cruzaron en el Fenicia, para rebelarnos una prisión y en ella el santo y seña de la misma: no podíamos. Éramos instrumentos de nuestra condena y juguetes de los clientes. Apostábamos a todo y creíamos en nuestra ignorancia que la vida nunca acabaría. A veces competíamos entre nosotras, a ver quién se levantaba el mejor cliente y bailábamos en la pista con las luces estroboscópicas girando en nuestros cuerpos y creíamos entonces que estábamos en otra galaxia donde no existía el engaño, el desamor y la condena. Pero la realidad se imponía y destruía el sueño, siempre a las 5 de la madrugaba sonaba el Alma Llanera y con ella se evaporaba la máscara, desaparecía la penumbra y se encendía la realidad expresada en un bombillo de 150 vatios en el medio de la pista, que revelaba el verdadero rostro del sueño, entonces insurgía la miseria: Kimberlin con su pelo teñido, Juselin con sus dos abortos y yo con aquella cicatriz en la cara que me propinó aquel malandro. Otras veces, sólo éramos una comida de un restaurant de chinos, en envases de aluminio, que nos traía el bizco Ramón y que comíamos escondidas en los baños antes de que llegaran los clientes, luego entonces las historias de los hijos que arrojábamos a éstos, para ver si con ello cambiaba nuestro infortunio, pero nada, el monstruo aborrecido aparecía siempre pidiendo “los tres platos” y nosotras como putas abriéndonos en las habitaciones mullidas de alimañas. Me inyectan una solución y ya comienzo a soñar…
Siempre soñaste con viajar Siboney, por eso te creías todas las historias de viaje que cualquiera te contara, el arquitecto Pantoja te ofreció una casita en Mérida y le creíste, el guardia nacional de pelo malo te ofreció un viaje a Miami y también le creíste, y yo que te dije que haría un largo viaje hacia Europa, nunca lo creíste, lástima que no estés para que puedas constatarlo. Así es Siboney, Dinamarca es mi partida de nacimiento, aquí volveré a nacer.Y el detective González saca su arma de reglamento…
Pero no tuvimos suerte, nunca nos acompañó la suerte. ¿Por qué tuviste que intervenir en esa pelea de machos? Pero hasta para eso fuiste putísima. Te atravesaste en el medio de esos dos fuegos, y ese hombre que era una bala, pues no tuvo más que ratificar su destino y accionar el gatillo. Ese hombre era olor a pólvora, ojos de sangre y sonrisa de Caronte.
El frío me incomoda y me pone nerviosa -ves como ya empiezo a cambiar de género- no es para menos. Ya comienza a surtir efecto el proceso hormonal, 12 meses ingiriendo estrógenos. Nadie se imaginó por lo que estaba pasando, cambios de humor, mareos y náuseas ¿te acuerdas de las bromas sobre mi supuesta preñez? pero ahora estoy feliz, verdaderamente feliz, pues sé que todo saldrá bien, ya que hemos tenido antes tan mala suerte, es justo que ahora nos acompañe la fortuna. ¿No lo crees así mamita? Siempre he estado sola para todo, en el Fenicia era yo sola, era apenas un deseo viviendo en otro cuerpo. Aquí estoy en este país europeo, sola para nacer otra vez. Llevo dos años preparándome, me han hecho todo tipo de pruebas psicológicas y psiquiátricas, me han explicado los riesgos, me han hablado de la irreversibilidad de mi decisión, me han descubierto una serie de términos que yo desconocía ¿y todo por qué?, porque sencillamente alguien quiere nacer. No sabía que nacer fuera tan complicado, tan difícil, tan técnico, tan frío, tan incómodo. Así es Siboney, nacer puede ser la experiencia más traumática de tu vida ¿A qué naciste tú Siboney? ¿A qué naciste? A qué naciste ese día, en que fuiste depositaria del plomo en el medio de aquella pelea de machos, a que nacerías. Ahora que de ti no queda si no el recuerdo de aquel fuego que se llevó tu sonrisa, tu despreocupación y tu “domingo”, ya irrecuperado en el tiempo. ¿A qué? Rueda el tambor del revólver buscando la bala en el galerín…
Y todo se detuvo en ese instante, hubo un acopio de eternidad, en tu boca pintada, en tu minifalda roja, en tu top de satén, en tus medias pantys, un acopio de eternidad, y luego todo fue tan rápido; tu cuerpo inerte sin tu risa, sin tus chistes, sin tu deseo final por el desgraciado ese del cual te enamoraste. El Fenicia lo era todo para nosotros, pues no teníamos nada de que aferrarnos, orfandad absoluta, por eso aceptábamos lo peor, porque no había nada mejor, no teníamos nada. En el medio de mi sueño mi corazón se debilita…
¿Por qué corren tanto estos médicos? ¿A qué viene el sobresalto? Se miran unos a otros, como nos miramos todas en el medio de tu cuerpo inerte, ese mismo movimiento que hubo a tu alrededor comienzo yo a sentirlo en el mío. ¿Por qué silba el monitor y emite ese pito lastimero?, una línea se dibuja en el monitor, sin ondas ni fracciones, y comienzo a ver también como yo desaparezco. Se desesperan los médicos y mi cuerpo se estremece al ritmo del electro-shock, y comienzo ya a sentir como me convierto también en aquel gran charco de sangre, en que tú te transformaste aquella noche, pero ya que puede importar, ahora que he nacido.
Una última confesión, he nacido con tu nombre. Que ya no me llamen el marico Valderrama, ahora que me entierren con tu nombre: Siboney.

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