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Espejojepse.

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Javier Miranda-Luque






Básicamente, somos iguales. Copular y defecar borra las diferencias de raza, religión, nacionalidad, nivel de instrucción, capital o rango social. El resto se torna sutil. La animalidad primordial que subyace desde hace miles de años se impone –irreprimible– en los gestos cotidianos. Y no es reduccionismo. Por ahí transita mi tesis. En formato audiovisual. Es ambiciosa y compleja. Onerosa y ardua. El equilibrio es frágil. Requiere paciencia, diplomacia y concentración. He acumulado 26 horas de grabación en video digital recorriendo los escasos zoológicos de la ciudad. Chimpancés y elefantes. Leopardos y hienas. En cautiverio similar al humano. Obvio perros y gatos por su domesticidad. Ahora viene la delicada labor de documentar a mis congéneres teniendo sexo y evacuando sus intestinos. Placer y necesidad. O viceversa. La expresión corpórea y tangible de la naturaleza. Empiezo por mí. Consulto a mi pareja y se niega. Asumo mi error. Los sujetos no deben tener conciencia de que están siendo monitoreados. Contaminarían la muestra. La inversión aumenta en espejos falsos y cámaras ocultas de operación continua. Por cuestión de nitidez y luminosidad, me limito a grabar durante horas matinales y vespertinas. Sábados, domingos y feriados. Extiendo el lapso previsto.



Pantalla dividida de principio a fin del documental. Escuchamos ininterrumpidamente la música reiterativa de Philip Glass. Sus “Metamorphosis” son solos de piano que suben y bajan escalas de notas superpuestas. A derecha e izquierda, separados apenas por una angosta barra negra de video, humanos y predecesores duplican sus gestos. Una sobria voz en off respalda mi tesis con una antología de citas textuales de Darwin, Freud, Lorenz, Mead, Merton, Skinner. Resultan 14 minutos de realización impecable. Cual inspirado puzzle, no hay un encuadre injustificado.

Se encienden las luces del auditorio. Discreta ovación de mis compañeros. Adusta aprobación del jurado. Fugaz escándalo cuando lo someto a los ojos de una audiencia indiscriminada. Aún nos cuesta aceptarnos.

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