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Peligros de la carne

Peligros de la carne


Todas las ciudades guardan sus secretos, sus misterios insondables, sus calles oscuras, sus espacios siniestros. La ciudad México es una de esas urbes que nos sorprenden sin piedad. Noches imprevistas, espacios dispuestos como abismos, propicios para que afloren seres como venidos de otro mundo, tal vez de una pesadilla o de una vida pasada.

Calles como la de Sullivan, donde tantas personas procuran un encuentro casual y fugaz con la sexualidad pagada; al igual que el callejón Manzanares de La Merced, donde las mujeres giran en un círculo exhibicionista esperando ser elegidas. Si luego de cierto tiempo, los mirones no se deciden, del lugar menos esperado salen cubetas de agua a granel que espantan la concurrencia. Unos se van, otros se quedan y nuevos llegan. Es rueda que repite el ritual de los engranajes. Mañana, tarde y noche. La carne de la concupiscencia postergada. Pero no muy lejos de ahí hay pequeños espacios donde las personas van a mitigar otras formas del hambre o la sed. Lugares donde aparece el que ofrece por pocos pesos dar descargas eléctricas con una batería de automóvil, adaptada cables que provocan una descarga controlada.

Estos “toques” por un momento pueden hacer que el concurrente curioso se acerque a la muerte. Otras mujeres aparecen dispuestas a leerte la mano y descubrir todos los secretos del porvenir; otras personas se acercan para ofrecer la compañía y escuchar tu historia, otras buscan a quien contar la suya. En medio de los tragos que van y vienen, afanados meseros hacen malabarismo entre las mesas; los platillos de colores intensos e indescriptibles olores, hacen una danza litúrgica pasando entre mano y mano, y así, como en un cuadro cubista, todo pasa al mismo tiempo; aparecen los cantantes, los recitadores, los que tocan el acordeón o la guitarra, los que venden lotería y te aseguran el fin de tus preocupaciones financieras, y no falta quien ofrezca a ir a otro lugar, no muy distante de allí.

Es un lugar secreto y único, al que nos puedes acceder sin el guía que se ofrece; allí se pueden disfrutar otros espectáculos, que llaman “variedad”, y una cena única: te ofrecen probar carne humana sí, como se lee, la idea es espeluznante, pero si observas en tu entorno, el espacio brumoso y alcohólico, alucinante y caótico sin ninguna tregua, podrías darte cuenta de que ya estás en un mundo de muertos en vida, o tal vez como lo pensaron algunas culturas ancestrales de aquel país inagotable, que ya todos estamos muertos y la vida está en otra parte. Tantos han desaparecido sin dejar rastro, y que tal vez no sospecharon ser la carne que mañana ofrecerán a otros desprevenidos exploradores de la noche azteca.