MI MAESTRO
Solía ir cada mañana, cuando todavía la neblina del amanecer arropaba las calles de La Suiza y muy pronto la niebla desgarrada iba descubriendo aquella casa de ensueño al fondo de la vereda selvática. Allí me entregaba a enseñanzas. Él nos recibía con su sonrisa beatífica a cuatro o cinco discípulos −no éramos más los […]