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En la serenidad del Monasterio Qingzhen Shanshui, mientras los monjes preparaban infusiones de loto y limpiaban el templo con la paciencia de los siglos, Caravallo irrumpió en la sala principal con el rostro encendido y el pulso errático.
—Maestro —jadeó—, tengo fiebre.
El Poeta Aveledo, sin levantar la vista de su pergamino, meditó un instante antes de responder.
—¿Cuánto?
Caravallo titubeó, empapado en sudor.
—Cuarenta grados, maestro.
Aveledo soltó un leve suspiro y negó con la cabeza.
—Mediocre —murmuró.
Caravallo sintió un escalofrío.
—¿Mediocre? Pero maestro… ¡estoy ardiendo!
Aveledo no respondió. Simplemente desvió la mirada hacia las montañas, como si hubiera perdido el interés.
Diógenes, que barría la galería con una escoba de ramas secas, se acercó y observó a Caravallo con desaprobación.
—No está listo —sentenció.
El murmullo entre los monjes fue inmediato. Caravallo miró a todos, desesperado.
—Pero… pero… ¿listo para qué? ¿Acaso debo quemarme hasta los huesos para encontrar mi gran verdad?
Entonces, Aveledo habló. Su voz sonó grave, indiscutible.
—El termómetro de Milton se rompió en cuarenta y uno. Solo entonces comenzó a escribir *Paraíso Perdido*.
El silencio cayó sobre el monasterio.
Diógenes asintió lentamente.
—Lo dictó, maestro. Ya no podía ver.
Aveledo no se inmutó.
—Vio todo lo que tuvo que ver y ya no vio más.
Los monjes bajaron la mirada con respeto. Caravallo tragó saliva.
—¿Y qué debo hacer, maestro?
Aveledo dejó el pincel sobre la mesa y respondió sin mirarlo:
—Si quiere ser un poeta verdadero, consiga un termómetro que no se conforme con la verdad.
Diógenes añadió, en voz baja y profunda, como quien recita un mantra:
—Y asegúrese de que marque, por lo menos, cuarenta y uno.
Caravallo inclinó la cabeza y salió en busca del objeto sagrado.
El monasterio volvió a su silencio habitual, interrumpido solo por el roce de la escoba de Diógenes y el rumor lejano de los árboles, que parecían susurrar sobre los poetas que supieron arder antes de escribir su gran obra.
Serie: El Camino de la Pluma Vacía
Monasterio Qingzhen Shanshui (青真山水修道院) Retiro del Verdadero Azul entre Montañas y Aguas, La Azulita, Mérida, Venezuela.
Cronología de la Serie
El termómetro de los poetas
Leyendo ahoraEn la serenidad del Monasterio Qingzhen Shanshui, mientras los monjes preparaban infusiones de loto y limpiaban el templo con la paciencia de los siglos, Caravallo irrumpió en la sala principal con el rostro encendido y el pulso errático.
Hulk Hogan en el Monasterio
En la quietud del Monasterio Qingzhen Shanshui (青真山水修道院) Retiro del Verdadero Azul entre Montañas y Aguas, La Azulita, Mérida, Venezuela, una vez Caravallo le preguntó al Poeta Aveledo cuál era su libro preferido.
El día en que el viernes no se escribió
En la biblioteca del Monasterio Qingzhen Shanshui, bajo la luz tenue de una lámpara de velas, se proyectan reflejos danzantes en la pared. El Poeta Aveledo, con destreza y creatividad, usaba sus manos para formar figuras de animales míticos y fantásticos: un león con alas de mariposa, un pez con patas de canguro, y una serpiente con plumas de pavo real. Caravallo, a su lado, se concentra en la redacción de las invitaciones del próximo concilio, donde se elaborará el horóscopo chino.
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